Planeta Cereza: De moragá !!

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lunes, 4 de noviembre de 2013

De moragá !!




Día 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos. Grupos de amigos o de familiares se reúnen para celebrar todos juntos en el campo la fiesta de la moragá y rendir así culto a sus muertos. La moragá (calbotá, calbotada, calbochá ...) es una fiesta popular que se celebra en varias zonas del interior de la península, en la parte oeste de Castilla León, Castilla La Mancha y Extremadura, generalmente la tarde del día 1, en la que amigos y familiares se reúnen en torno al fuego asando castañas y merendando otros asados y dulces. Dependiendo de las zonas se celebra también alrededor de las chimeneas de las casas, asando las castañas en sartenes de hierro con agujeros, o en las plazas de los pueblos acompañada de música folklórica tradicional. 






Este año la moragá nos ha reunido, en la zona sur de la sierra de Gredos, a un grupo de amigas, las cuales hemos pasado una tarde realmente estupenda comiendo calbotes, acompañados de buen vino tinto, buñuelos, brazo gitano y champagne. A continuación reproduzco un fragmento de una entrada del interesantísimo blog de Daniel Peces Ayuso "Folklore y Tradición" donde se recoge el origen y significado de esta fiesta ancestral:






"1 de noviembre,  la Moragá.

También se le llamaba “día de las ánimas del purgatorio” o de Todos los Santos. En todos los pueblos de la comarca de la Vera Alta se celebra la curiosa fiesta de “la Moragá” o “la calbotá”. Es la fiesta para recordar y dar culto a los muertos familiares, prestando especial atención a aquellas almas que por algún motivo hubiesen  quedado atrapados entre este mundo y el del más allá.









Es una tradición pagana que aún persiste en una sociedad eminentemente agropecuaria que ha mantenido ciertos ritos ancestrales. Todo parte de la conciencia de la “otra vida”, de la concepción tradicional de la vida tras la muerte por parte de los veratos serranos. En esta tierra abundan las leyendas mitológicas en las que seres sobrenaturales y animales fantásticos conviven con ellos. Personajes como las isabas que salen de algunas fuentes  en las noches de luna llena o en la de San Juan, los terribles orcos con un solo ojo, cuerno y pata que devoraba ganados y pastores despistados y que tiene su cueva en el termino del Arenal, Maquilandrones, Machurreros, Jarramaches, Zurramaches y Cucurrumachos que aterrorizaban con sus mascaras y varas a los chiquillos. La existencia de sierpes peludas monstruosas capaces de comerse un cerdo, brujas, nigromantes, Ecos, bestiglos y un largo etcétera. Creencias y supersticiones de las que se protegían utilizando un complicado sistema de símbolos y fetiches.

Tradicionalmente el paraíso de los Veratos Serranos se ha concebido como un lugar similar al hogar y entorno terrestre, más bonito y cómodo, en el que se reunirían todos los familiares fallecidos y viviendo  eternamente felices junto a Dios. Pero en algunos casos por el comportamiento en vida del difunto o el maleficio de alguna bruja, algunas almas se quedan atrapadas entre esta vida y la muerte, vagando eternamente sin encontrar el descanso e incordiando y entrometiéndose en las cosas de los vivos, perturbándolos hasta la locura e incluso hasta la muerte, sin cesar de aterrorizarlos hasta que el espíritu incordión encuentre la forma de descansar eternamente en el otro mundo. Tal es así que para facilitar el viaje al otro mundo cuando alguien fallecía era expuesto en su casa para velarle pero se le daba la vuelta a una teja del tejado, que recibe el nombre de “teja revolvedera”, por la que el espíritu del difunto o difunta pueda entrar y salir de la casa hasta que por fin encuentre el camino al otro mundo, que solía durar nueve días, tiempo en el que en el lugar donde se veló el cadáver se ilumina constantemente con una vela o lamparilla de aceite, para que el difunto encuentre la luz.

Pero había una serie de días en los que era más que posible ver a  los espíritus de los muertos: algunos de estos días eran: Jueves Santo y Viernes Santo, la Noche de San Juan, el día de San Bartolomé y, por supuesto, el uno de noviembre, el día en el que todos los muertos podían salir de sus tumbas para terror de los vivos.








Tradicionalmente se celebra de la siguiente forma; por grupos de familiares y o amigos se reúnen y llevando vino nuevo de hogaño y castañas en abundancia, con algo de cerdo para asar a la brasa y pan, se dirigen en alegre compañía a un punto de los montes y fincas que rodean los pueblos de la comarca lejos de los hogares. Allí juntan leña y entre bromas y cantares pasan el día lo mejor posible bebiendo vino. Al atardecer se recogen “brazadas de jaugos” (hojas de pino secas que dependiendo de cada localidad reciben diferentes nombres, como por ejemplo en Guisando que a las hojas secas del pino las llaman agujuos). Se coloca una capa de jaugos sobre el suelo en los rescoldos de la hoguera, se coloca otra de castañas encima, y encima otra de jaugos y así hasta  que se queden sin castañas para asar. Lentamente, a medida que el sol declina, se asan las últimas castañas que previamente han sido rajadas para evitar que revienten, aunque siempre se dejan algunas sin rajar para que exploten asustando a los comensales más tragones. Antes de que la obscuridad se adueñe de los campos regresan todos a sus casas, donde se lavan la cara y manos tiznadas- en muchos casos intencionadamente- mientras que las campanas  no cesaban de tocar toda la noche “a difunto”. Aquella noche se escuchaban las leyendas que aseguraban que los muertos indicaban a los vivos limpios de corazón el escondrijo de un gran tesoro, o la historia de la Mora encantada de la fuente de Sabina en Arenas de San Pedro que enamora y mata a cuantos hombres oigan su canción hechicera la noche de San Juan y algunas de luna llena, o las terroríficas leyendas de las Ánimas y las luces misteriosas y aterrorizadoras de la Santa Compaña que perseguían y mataban de miedo a quienes anduviesen por los campos aquella noche, leyenda como la que se cuenta en Gavilanes de la procesión de muertos que sale esa noche y que esconde un magnifico tesoro en el tronco hueco de un pino imponente; viejas historias de muertos como el cuento de la “Asaura, ura, ura me huele a la sepultura” o “la leyenda del anillo del cura” capaces de dejar sin pestañear al más valiente de los mozuelos.


En esa noche todas las puertas y ventanas quedaban firmemente cerradas y a nadie se le olvidaba dejar las tijeras o tenazas de la lumbre abiertas en forma de cruz sobre las ascuas de la lumbre para que no entrase ningún ánima por la chimenea. Tras las ventanas y puertas se colgaban ramitas de laurel, olivo y romero del domingo de Ramos o ramitas de romero y tomillo recogidas en la procesión del corpus o en las luminarias. Del techo se colgaban haces de ramas de Aceres o arce común, para impedir la entrada de ningún mal. Si en la casa había una teja Revolvedera esta se volvía a colocar bien para impedir que nada ni nadie entrara por el tejado a su casa, volviéndola a revolver a la mañana siguiente. La fiesta y la alegría del día se trocaba en angustia y miedo por la noche cuando el sol dejaba paso a la tiniebla brumosa  y fría del mes de noviembre en esta tierra de Gredos".






Recuerdo siempre por estas fechas que, cuando yo era pequeña, mi padre me contaba numerosas tradiciones, costumbres y anécdotas que ocurrían en su pueblo, San Esteban del Valle, en Ávila. Algunas de ellas eran las que acontecían en torno a la celebración del día de los Santos. Contaba que cuando él era muy pequeño, los niños del pueblo salían la tarde del 31 de octubre, vestidos de oscuro, de casa en casa pidiendo dulces típicos y frutos del tiempo, antes de blindar puertas y ventanas en la noche de las ánimas y colocar lamparitas de aceite dentro de calabazas huecas en las esquinas de las calles. Lo que recogían lo merendaban junto a las castañas asadas la tarde del día 1. Debía ser algo parecido a la fiesta de la "Chiquitia" que todavía se celebra en la cercana Extremadura. Mi padre falleció muchos años antes de que se introdujese en España la moda de celebrar la fiesta de Halloween de una manera festiva y alegre tal como se hace en estos últimos años con fiestas y disfraces a modo norteamericano, por lo que no pudo nunca estar influido, en los relatos que me contaba, por ello, pues lo desconocía. Supongo por lo que he leído en numerosos textos que debe de existir un origen común "celta" para el paralelismo entre todas estas tradiciones de rendir culto a los muertos aunque parece que la costumbre de pedir dulces de puerta en puerta no se remonta a la cultura celta sino que viene de una práctica cristiana, que surgió en Europa en el siglo IX, llamada "souling" en la que cristianos primitivos iban mendigando de pueblo en pueblo "soul cakes" o pasteles de difuntos (pan de pasas), rezando por el alma de los difuntos de sus benefactores a cambio. Actualmente ya no se celebra en el pueblo esta costumbre entre los niños de ir recogiendo dulces típicos pues se perdió con los años y en hoy en día se ha impuesto la costumbre de celebrar Halloween tal y como ha llegado comercialmente a través de las series y películas norteamericanas.









Fotografías propiedad de Planeta Cereza. 1 de noviembre de 2013 - San Esteban del Valle, Ávila.



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