Planeta Cereza: Libemor

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viernes, 14 de febrero de 2020

Libemor







Lo conocía desde hace tiempo pero no sabía con certeza quien era el autor del cuento Libemor. Había visto con frecuencia que aparecía como un relato anónimo, de autor desconocido, en muchos de los sitios web donde lo había encontrado, y también que aparecía, en otros tantos, como parte de dos libros del psicólogo mexicano Luis Gadea de Nicolás: “Escuela para padres y maestros” y “La vida afectiva”. Desconocía además si, en caso de que efectivamente estuviese vinculado con este autor, era de su autoría o solo había sido recogido y publicado por él. Investigando un poco ahora que he decidido publicarlo ya tengo claro que efectivamente fue escrito por este psicólogo y hasta él mismo es consciente de lo "plagiado, modificado y tergiversado" que ha sido en internet. 


Libemor es un relato que circula por numerosas páginas de autoayuda, psicología, crianza, poesía… como un cuento de amor. Un cuento sobre aprender a amar para enseñar a amar. Libemor pasa de página a  página, de blog en blog, en muchas versiones, más breves o más largas. Todos vamos difundiéndolas o compartiéndolas en nuestras redes y sitios, haciendo un copia y pega de la que hemos leído sin más o de la que más nos ha gustado, y así lo damos por bueno. En mi caso he elegido está versión larga de entre todas las que he leído porque es la que me ha parecido más completa, creo que es la original. Puedes estar más o menos de acuerdo con lo que dice acerca del amor y de los hilos que existen entre las personas, pero repito, a mí me gusta y por eso lo comparto. Y porque me encanta además su mensaje y la metáfora con el arte de tejer. Lo tenía en mente pendiente de buscar el mejor momento para publicarlo, no sabía si hacerlo el día del amor, el día de la madre, el día del niño o el día internacional de tejer en público…  en todos quedaría apropiado. Finalmente lo hago hoy que es (oficialmente) el día del amor y de eso trata.


Sé que muchas personas no están de acuerdo con que exista o más bien con que se celebre el Día de San Valentín, llámese también Día del amor, Día del amor y la amistad, Día de los enamorados, Día del Corte Inglés, Día más cursi del año…  Es una celebración con muchísimos detractores que nos suelen llamar horteras o cosas parecidas a los que sí lo celebramos (a ver por qué !!), un día del que muchos reniegan. Yo en cambio, sin caer en mi lado más cursi que también lo tengo,  considero que debería de haber más días al año para celebrar el amor en cualquiera de sus formas. Los bombones y el osito de peluche que abundan hoy en las tiendas es lo de menos, solo es anecdótico y un reclamo comercial, entre otros muchos, para parejas. Hay muchos tipos de amor y muchas formas de amar y de demostrar amor. Cada cual que elija la suya.


Me gusta particularmente llamar a este día 14 de febrero el Día del amor y la amistad (en algunos países este día se llama así). Soy una romántica empedernida y sin remedio, quien me conoce bien lo sabe. Me gustan las pelis de amor, los libros de amor, los besos de amor verdadero… y hasta admito bombones y ositos de peluche con un corazón rojo entre sus brazos, aunque de estos me caen pocos, todo hay que decirlo. Me amo a mi misma y amo a muchos de los demás. A mi familia siempre pienso que no se lo digo lo suficiente, que los quiero y los amo incondicionalmente, y no es que no se lo diga, lo digo y mucho, es que siempre me queda la sensación de que me quedo corta, pero intento constantemente demostrárselo, y a mis amigos… pues también se lo digo, por qué no, si es uno de los sentimientos más puros, la amistad entre las personas es un acto de amor sin duda alguna, no puede ser otra cosa ya que una amistad sin amor, a mi entender y al de muchos, solo es interés. 






Cuando era pequeña, en mi etapa escolar, odiaba las labores, las de coser, las de bordar…y las de tejer las que más. Mi pobre madre se terminaba ella los regalos que teníamos que hacer para el Día de la madre, y hasta se los envolvía. Luego yo se los entregaba en el cole y quedaba tan bien. No era capaz de terminar nada, ningún paño, cojín o mantel, ni los maceteros tejidos a macramé. Esto no es lo mío, pensaba entonces. Con el tiempo aprendí a apreciarlas (se ve que según el cuento me han amado mucho) y ahora me encantan, ahora soy yo la tejo, para mí y para otros, y todo lo tejo con amor. Las tejedoras somos muy dadas a decir esto, que tejemos con amor y a veces compartimos en las redes nuestros trabajos con la etiqueta “tejido con amor”. Tejer con amor no es evidentemente tejer corazones sino dar lo mejor de nosotr@s mismos en cada puntada y también deshacer enredos y nudos. El amor, entre otras muchas cosas, es una experiencia vital que todos en algún momento de nuestra vida, a cualquier edad y en cualquier dirección experimentamos. Siempre hay y habrá al menos quien nos quiera y de ese amor aprendemos a desarrollar en nuestro propio. Dicen que el amor se teje puntada a puntada. Sí, yo también lo creo. Y en cada acto, cada caricia, cada palabra o en cada beso sí hay amor se transmite amor. No creo que se pueda tejer sin amor, no puede existir tal cosa, al fin y al cabo cada puntada nace de un impulso que, de una manera u otra, tiene su origen en el corazón.


Podría seguir hablando del amor hasta el infinito pero sé que tanta letra con tan poca foto aburre. Os comparto a continuación el cuento Libemor y también os adjunto el enlace con el vídeo y el patrón del corazón rojo de crochet de la fotografía que he tejido “con amor” para ilustrar el cuento. Está realizado con lana Adriafil- Luccico y aguja de 4,5 mm.



LIBEMOR

Viajaba yo en un tren en el vagón fumador y venía absorto observando cómo en el sillón de enfrente una señora jugaba con su hijo de, más o menos, un año de edad. Ella estaba recostada en el cómodo sillón del tren y su hijo yacía encima de ella. Sus rostros se hallaban frente a frente y mantenían un juego secreto que a los dos hacía reír con ganas: se platicaban, se hacían gestos, se hacían cosquillas, se escondían; y yo, descaradamente, los veía porque su juego también a mí me acariciaba. De repente escuché una voz que me sacó del trance en que venía.—Le están tejiendo su Libemor —dijo la voz. Me di vuelta para ver quién me había hablado y me encontré con una muchacha bonita (después supe que era un Hada).—Sí —me dijo—, ¿no puedes verla?—No —respondí atónito—. ¿Cómo dijiste? —Dije que al niño le están tejiendo su Libemor.  Y, después de una breve pausa, añadió: “¡Ya casi está terminada!”. 

Como  en  los  trenes  uno  siempre  tiene  ganas  de  platicar  (especialmente  yo),  pregunté  intrigado:  “Explícame  qué  es  eso  de  Libemor”.  El Hada, que ya sabía que yo se lo iba a preguntar, estaba lista para revelarme un gran secreto (las Hadas no se aguantan las ganas de revelar secretos), y comenzó así:—El Mago Supremo dio a la humanidad un don maravilloso... le entregó las agujas Alfaga, que son las agujas mágicas con las que se teje la Libemor. Yo la miraba y escuchaba asombrado.—La Libemor —continuó el Hada— es la capa mágica que cada madre teje a sus hijos y con la cual les confiere un enorme poder: el poder de amar. Cada vez que una madre abraza a su hijo, lo acaricia, le habla, lo atiende, lo alimenta o juega con él, vuelan las agujas Alfaga y dan una puntada; y si el empeño no ceja o la tarea no se interrumpe, más o menos a los dos años, la Libemor cubre ya por completo al niño.  Como la capa es invisible nadie se explica por qué el niño de repente se siente tan confiado, tan seguro de sí mismo, ni por qué de buenas a primeras ya no le importa separarse de su mamá. Obviamente —dijo el Hada con suficiencia— es el enorme poder de su Libemor lo que le permite actuar de esta manera; aunque no siempre es así —añadió con tristeza.

—¿Por qué? —le pregunté.—Para tejer la Libemor de sus hijos, las madres tienen que amarlos y atenderlos con ternura y solicitud, y la tarea no debe interrumpirse hasta que la capa esté terminada. Si por alguna razón la madre y su hijo se separan antes de que esto ocurra, la capa se desteje... se le van los hilos.

—¿Y de qué son los hilos?—Son hilos de energía vital que las madres toman de su propia Libemor.  Ellas destejen su capa para tejer las de sus hijos. No hay forma más perfecta de amar.

—¿Y si no tienen Libemor? —pregunté atemorizado.—No deben tener hijos —respondió fulminante el Hada.

—¿Y se quedan sin nada al destejer su capa?—Eso a ellas les importa un comino —respondió—.  Para ellas el amor y el deber son uno y están llenas de gracia. Además, a ellas las abrigan las Libemor de sus hijos y de su amado.

—¿De su amado?—Sí —me dijo—, si ellas se sienten amadas podrán cumplir mejor con su tarea.  Para que la Libemor te cubra toda la vida debe tener  un  número  exacto  de  puntadas.  No  debe  quedar  ni  chica  ni  grande.  Cuando  se  atiende  solamente  al  niño  para  que  sobreviva... sin alegría ni esperanza, las Alfaga darán muy pocas puntadas y la capa quedará muy cortita, el niño no se sentirá protegido, no tendrá suficiente confianza en sí mismo y sentirá frío sin saber por qué. Y si su madre lo sobreprotege, porque le tiene miedo a la soledad o porque ella misma necesita amor, entonces las agujas Alfaga darán demasiadas puntadas, la Libemor quedará demasiado grande, se le enredará entre las piernas al niño y no podrá caminar solo.

—¿Y cómo saben ellas cuántas puntadas dar?—No te preocupes. Cualquier madre sensata lo sabe bien. Un detalle importante que no había mencionado es que hay una clave secreta para que las agujas tejan.

—¿Cuál es? —me apuré a preguntar.—La clave es que la madre mire a su hijo a los ojos cuando lo atiende... él la mirará a ella. ¡Y entonces las agujas Alfaga se pondrán a trabajar!

—¿Y si no se miran a los ojos?—Todas  las  madres  miran  a  sus  hijos  a  los  ojos,  así  es  como  se  comunican  entre  ellos.  Si  esto  no  ocurriera  sería  muy  preocupante. Claro que generalmente las madres aman a sus hijos y les tejen unas Libemor preciosas que harán posible que los pequeños puedan amar y confiar en el amor. Si no tienen Libemor no podrán amar —añadió el Hada muy seria.

—¿Y los niños que no tienen madre? —pregunté preocupado.—Esa es una pregunta importante —dijo el Hada—, porque todos los seres humanos necesitan una Libemor. Sin embargo, otra persona puede tejer la suya a un niño si lo ama de verdad; es decir, si el niño encuentra amor de madre. Te voy a explicar bien: si un niño no encuentra a “alguien” en especial que le dé amor de madre y crece rodeado de “puras tías”, o sea de personas que lo atienden por turno, las agujas darán puntadas, pero tejerán solamente retazos, no una Libemor. Sin embargo, si el niño tiene a su madre tejiéndole la suya y además tiene abuelos, tíos o gente que lo atienda con alegría durante una parte del día, todas las puntadas de las Alfaga van a dar a la Libemor que la madre está tejiendo y el resultado será una Libemor de gran lujo.

—¿Y el papá qué hace?—Cuando los papás atienden a sus hijos, vuelan las agujas y dan puntadas vigorosas que producen unas capas muy resistentes y vistosas. Esos niños tendrán una enorme confianza en ellos mismos —añadió el Hada.

—¿Y cuando los niños crezcan? —no me cansaba yo de preguntar.—¡Pues podrán amar! Amar no es otra cosa que quitarte tu Libemor y ponerla sobre los hombros de la persona que amas. Ese es el mayor don que los seres humanos pueden otorgar. Dicen —continuó el Hada— que la persona que recibe una Libemor siente un enorme bienestar. Que es tanta la energía que recibe que hasta cosquillas le hace. También dicen que si esa persona que amas coloca su Libemor sobre tus hombros, te hace profundamente feliz... que no hay nada mejor en este mundo. Sin embargo, es muy importante saber que hay gente que sólo desea ser amada. Son personas encantadoras y obsequiosas hasta que te despojan de tu Libemor. Como no tienen amor, necesitan el tuyo. Hay que entender que uno sólo tiene amor cuando lo da, no cuando lo recibe. Que es rico en amor el que  da  mucho,  no  el  que  recibe  mucho.  El  problema  es  que  cuando  consiguen tu Libemor se van a buscar otra porque le tienen un miedo enorme a la soledad y te convierten en un fantasma que ronda a esa persona tratando de recuperar su capa... Dicen que eso es muy triste —comentó el Hada.

—¿Y cómo puedes saber cuando una persona tan sólo desea tu Libemor?—Porque te hacen sufrir —repuso el Hada—. No les importa ser crueles, pero no por maldad sino por miedo. El miedo adultera su alegría de vivir y por desgracia en algunas personas es el único sentimiento arraigado. El miedo lo arruina todo... ¡pobre gente que por miedo al futuro no goza un  solo  día  de  su  existencia!  Un  día  dicen  que  te  aman  y  que  tú  eres  todo lo bueno del mundo, y al otro día ya no se acuerdan de cómo te llamas. ¡La crueldad tiene un temible efecto paradójico!, ¿sabes?, porque te resistes a aceptar una visión tan pobre de la vida y... ¡vuelves por un nuevo desprecio! La crueldad les da poder sobre ti y no pueden renunciar a ese poder porque no nace de su fuerza sino de su debilidad... quizá porque  alguien  en  quien  confiaron  las  despojó  de  su  Libemor.  Cuando  tienes amor no haces sufrir a nadie, ni provocas celos, ni necesitas que te necesiten —terminó diciendo el Hada.

—¿Pero... no lo hacen a propósito?—No —me dijo compasiva el Hada—. Lo que sucede es que no han aprendido a  amar.  Un  hombre  sabio  explicó  que  el  mandato  “Ama  a  tu  prójimo  como  a  ti  mismo” es a la vez orden y sentencia, porque sólo podemos amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos, ni más ni menos. Sólo quienes gustan de la vida y se aman a sí mismos pueden enseñar a sus hijos qué son el amor y la alegría. Un místico alemán,  Juan  Eckhart,  sintetizó  estas  ideas  en  forma  espléndida:  “Si  te  amas  a  ti  mismo,  amas a todos los demás como a ti mismo. Mientras ames a otra persona menos que a ti mismo, no lograrás realmente amarte; pero si amas a todos por igual, incluyéndote a ti, los amarás como una sola persona y esa persona es a la vez Dios y el hombre. Así pues, es una persona grande y virtuosa la que amándose a sí misma, ama igualmente a todos los demás”. Si amas a la gente sin miedo, siempre recibirás amor. Es una ley.

—Pero... ¿podrían amarte y sin embargo tener miedo?—¡No! —respondió en forma terminante el Hada—. Si un día te aman apasionadamente y al otro día amanecen llenas de dudas es que no te aman. Te explicaré: amar de verdad es confiar plenamente tu Libemor a la persona amada. Sin miedo. Al confiar en ella la haces crecer, la vuelves libre y tú también quedas en libertad. Los niños que se sienten amados no reclaman amor, son libres. Los adultos también.—Entonces, amar de verdad es dar todo confiando en la integridad del otro —dije yo, pensando en las palabras del Hada. —¡Exacto! —me respondió con una sonrisa—. La Libemor no se pone con una mano y se quita con la otra. La Libemor se pone con las dos manos, y el otro, agradecido y pleno, ¡íntegro gracias a tu amor!, la devuelve a tus hombros junto con la suya, sin esperar nada a cambio.

—¿Las personas adultas pueden aprender a amar de verdad? —pregunté.—Sí,  sí  pueden  —respondió—,  si  las  amas  incondicionalmente  aprenderán  a  amarse  y  podrán  amar.  ¡Pero  hay  un  límite!  —sentenció el Hada—, si sientes que has perdido la libertad y la integridad debes renunciar a tus deseos. El amor propio te devolverá tu Libemor.

—¿Y cuando alguien te ama y tú no puedes amarle?... las personas no siempre se pueden amar —pregunté.—¡No es verdad! —me respondió el Hada—. Las personas se pueden amar toda la vida cuando no esperan nada a cambio... nada, excepto el bienestar de las personas que aman.

—¿Y si creyendo que amabas despojaste a alguien de su Libemor? —pregunté tímidamente—. Los seres humanos tenemos tanto que aprender...—En estos casos hay que devolver la Libemor recibida para que su dueño pueda amar a otra persona. Cuando dos personas se amaron, los hilos de sus capas se enredan y se hacen nudos muy fuertes, más fuertes que el famoso “nudo gordiano” —dijo el Hada erudita—. Estos nudos deben desatarse para que cada quien conserve su Libemor.  No  pueden  romperse,  sólo  desatarse.  Si  tú  deseaste  ser  amado  y  te  esforzaste en conseguirlo, adquiriste un compromiso muy grande. No es sólo halagar  tu  vanidad.  Es  una  tremenda  responsabilidad  recibir  una  Libemor...  hay que entenderlo muy bien para no dejar desnudo a nadie.

—¿Y cómo se desatan las Libemor? —pregunté interesado.—¡Pues hablando! —me dijo el Hada—. ¿Qué no sabes que las palabras sirven  para  desatar  nudos?  Es  muy  fácil,  las  mismas  ganas  que  pusiste  para que te amaran debes ponerlas ahora para que renuncien a tu amor. Sólo puede renunciar al amor el que tiene amor. Cuando deseabas ser amado querías ser escuchado. Ahora ponte en el lugar de la otra perso-na y escúchala. Ella sólo necesita decirte cuánto te ama y sentir que te interesa  saberlo,  eso  la  hará  feliz  y  podrá  recuperar  su  Libemor.  ¡Cómo  me gustaría poder amar! —suspiró el Hada.

—¿Por qué dices eso? —pregunté alarmado —. ¿Tú no puedes amar?—No  —me  dijo  con  profunda  tristeza—.  Solamente  pueden  amar  las  mujeres  de  verdad.  Yo  soy  un  Hada,  mi  nombre  es  Angelfer.  Las  Hadas  sólo concedemos favores.—¡Concédeme  a  mí  uno!  ¡Yo  estoy  enamorado!  —le  confesé  con  emoción—. Y ella me sonrió con la enorme dulzura con la que las hadas sonríen a los que creen en ellas.—¡Tú también tienes que aprender a amar! —me dijo—. No hay tarea más difícil ni más importante que aprender a amar. Amar con espontaneidad, sin miedo a  la  infelicidad.  Amar  a  la  vida.  Amar  con  responsabilidad.  Trabajar  por  lo  que  se  ama. Mientras se aprende a amar se cometen errores que duelen y lastiman, pero los errores son parte de la vida y se debe tener el valor de corregirlos. No importa cómo empiezas a vivir sino cómo terminas. Si vives inspirado por el amor aprenderás por fin a amar con todo el corazón, con alegría, sin reproches.

—¿Es posible? —pregunté—. ¿No es soñar con una utopía?—¡Los grandes hombres sueñan con utopías y se esfuerzan por hacerlas realidad! ¿Tú no quieres crecer? —¡Claro que quiero! —respondí—. ¡Pero concédeme un favor!—¡Tú eres un niño!, ¿sabes? —dijo el Hada, y nos reímos los dos con ganas. ¡Y súbitamente sentí que nos amábamos!


Corazón de crochet.
Granny Heart. Patrón de Elena Kozhukhar.
https://ellej.org/en/granny-heart/



Granny heart. Patrón de Elena Kozhukhar. Fuente: ellej.org




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